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Biología del salmon
Como la lamprea (Petromyzon marinus), el salmón es una especie anádroma, es decir, desarrolla la mayor parte de su ciclo vital en el mar y regresa a las aguas continentales llegado el momento de la reproducción.
Su ciclo vital es de una extraordinaria complejidad y actualmente bastante conocido. La eclosión de los huevos se produce durante los meses de febrero a marzo, en función de la temperatura de las aguas y de la fecha de la fecundación. Para la eclosión es necesario acumular una temperatura de entre 400 y 450 grados-día, es decir, si la temperatura se mantiene constante en 5°C, se requieren para la eclosión 80 días y si la temperatura es en cambio de 8°C, el periodo se reduce a sólo 50 días.
Tras la eclosión, las larvas permanecen ocultas en la gravera e inmóviles, alimentándose del saco vitelino al que continúan adheridas. Se denominan entonces alevines vesiculados. Sin embargo, pasadas del orden de cuatro semanas, se han desecho de los restos del saco vitelino y se dispersan por el río, ocupando áreas de profundidad somera y corriente rápida donde se alimentan principalmente de larvas de insectos.
Los alevines tienen un comportamiento muy territorial, defendiendo respecto a sus congéneres los lugares de alimentación y las oquedades del lecho en que se ocultan. Las altas temperaturas de los ríos asturianos permiten un rápido desarrollo de los alevines, que para el final de su primer verano de vida puede alcanzar ya de 8 a 10 cm de longitud y tener las características morfológicas propias de los pintos, muy similares a la trucha común.
Los jóvenes pintos permanecen en los ríos asturianos durante uno o dos años, sufriendo una predación por parte de nutrias, aves pescadoras, grandes truchas e incluso sus propios congéneres que reduce de forma importante los efectivos. Llegada su primera o segunda primavera, cuando alcanzan una longitud furcal de entre 12 y 13 cm se producen profundos cambios morfológicos y fisiológicos que tienen por objeto adecuar el metabolismo del pez a las condiciones de vida en las aguas marinas. Dicho proceso metamórfico, que se denomina esguinado, se manifiesta en una coloración llamativamente plateada que es el resultado de la adaptación de la piel a la salinidad marina. Cada primavera esguina una parte de los salmones nacidos la primavera anterior y todos los que ya tienen dos primaveras, pero la proporción varía de acuerdo a las características de cada río y las condiciones climáticas.
Los esguines vuelven a manifestar comportamientos gregarios y se reúnen para formar grupos que se dirigen al mar aprovechando las crecidas primaverales. Antes de adentrarse definitivamente en el océano, suelen pasar un breve periodo de adaptación a la salinidad marina en las áreas de desembocadura, horas o algunos días, sufriendo la predación de lubinas o aves marinas.
El periodo de vida marina transcurre en zonas alejadas de los ríos de origen, en aguas frías y ricas en nutrientes. Los salmones procedentes de los ríos del litoral atlántico se concentran al sur de Groenlandia, donde se mueven en pequeños bancos por aguas superficiales, a la caza de peces y crustáceos de escasa talla.
El periodo de vida marina es muy variable, uno, dos o tres años. Transcurrido éste los salmones regresan para la reproducción a su río de origen. Los mecanismos de guía y reconocimiento de la cuenca fluvial son aún desconocidos, especulándose con la influencia de corrientes marinas, variaciones de salinidad, reconocimiento de las características químicas de las aguas e incluso detección de hormonas secretadas por los juveniles que aún permanecen en el río. Generalmente, permanecen en las proximidades de la desembocadura esperando a una crecida que facilite el remonte de los ríos.
Las primeras entradas se detectan a finales del invierno, de febrero a marzo, y suele tratarse de ejemplares de gran tamaño, más de 10 kg, que han pasado hasta tres años en el mar y se denominan salmones vernales. Posteriormente las tallas y edad se reducen progresivamente. En torno a los meses de abril y mayo entran los salmones mayucos, de entre 4 y 8 kg de peso y con sólo dos inviernos de vida marina. A lo largo del verano entran los salmones añales, de apenas 2 kg de peso y esguinados en la primavera anterior, por lo que han pasado un solo invierno en las aguas oceánicas. Por último, con las primeras crecidas otoñales, finalizado ya el periodo de pesca, suele detectarse la entrada de ejemplares de gran tamaño y al menos dos inviernos de vida marina, que se dirigen directamente a las áreas de freza.
En su remontada a las cabeceras de los ríos los salmones no se alimentan, pues su metabolismo se ha adaptado a la dieta marina. Por ello, deben sobrevivir a expensas de las reservas acumuladas durante su ciclo marino. Si se considera que el celo acontece en los meses de octubre a enero, se explica fácilmente la diferente distribución de talla de los salmones que entran en cada época del año. Los vernales que remontan los ríos en los últimos meses del invierno deben ser capaces de aguantar casi un año de vida fluvial sin apenas alimento, por lo que son ejemplares de mayor talla. Los añales, sin embargo, deben sobrevivir sólo algunos meses y pueden por ello ser de menor talla.
Durante el celo, los machos sufren una transformación que se manifiesta en el tono cobrizo de su piel, las grandes manchas amarillentas del dorso y el gancho de la mandíbula. Las hembras, sin embargo, se limitan a oscurecer su piel.
Para la reproducción, la hembra excava, a golpes de aleta caudal, una cama en las gravas del lecho fluvial. Posteriormente, deposita en dicha cama los huevos, que son fecundados casi de inmediato por el macho colocado para ello inmediatamente detrás de la hembra. Tras la fecundación la hembra procede a enterrar de nuevo la puesta. En ocasiones, se ha detectado la participación en el celo de juveniles precoces que aún no han esguinado.
El proceso de remonte del río y de reproducción resulta agotador para unos animales incapaces de alimentarse. Por ello, los salmones ya frezados, zancados, quedan apenas sin reservas energéticas y cubiertos de heridas, muy propensos a enfermedades fúngicas, limitándose a esperar que las riadas primaverales los arrastren al mar. En la práctica la supervivencia de los zancados es muy escasa, siendo escasa su vuelta al mar y más aún su regreso para un segundo periodo reproductor.
Fuente:Gobierno del Principado de Asturias
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