|
|
Los matrimonios de los vaqueiros, más que al bien de las familias, parecen dirigidos al de los mismos pueblos. Cuando alguno se contrae, todos los moradores concurren alegres a la celebridad, acompañando los novios a la iglesia y de allí a su casa, siempre en grandes cabalgatas, y festejando con escopetazos al aire y gritos y algazara aquel acto de júbilo y solemnidad públicos, como si el interés fuese común y dirigido a la prosperidad de una sola y gran familia.
Hay quien diga que en el convite general de este día se sirve un pan o bollo, que a manera de eulogia, se reparte en trozos a los convidados, y reservándose una parte muy señalada para la novia, se le hace comer en público, graduando de melindre las resistencias de la honestidad. Grosera e indecente costumbre, si la fama es cierta, que no supone grande aprecio de la modestia y el pudor, pero que por lo mismo dista mucho de la primitiva inocencia, y hace sospechar que a la sombra del regocijo pudo introducirse el descaro entre los brindis y risotadas del convite.
Para solemnizar los entierros se congrega también toda la braña; otro general convite reúne a sus vecinos en el oficio de consolar a los dolientes. Colocado el cadáver al frente de la mesa, recibe en público la última despedida, y en ella el último de los obsequios inventados por la humanidad. Todos asisten después a presenciar el funeral, y dicho el último responso, los concurrentes, empezando por los más allegados, van echando en la huesa un puñado de tierra, y dejando al sepulturero la continuación de este oficio, se vuelven a sus casas pausados y silenciosos. En los días próximos llevan los parientes y dejan sobre la sepultura algunas viandas, prefiriendo aquéllas de que más gustó en vida el soterrado. Costumbre antigua derivada de la gentilidad y común a otros pueblos, y que se tolera mirando estos dones como ofrendas hechas a la iglesia por vía de sufragio. Tal es el modo que tienen estas gentes de llorar sus finados; y si entre ellos son prolongados el dolor y la tristeza, verdaderas pruebas de su sensibilidad, son al mismo tiempo muy breves los lamentos y las lágrimas que tan mal se componen con la constancia varonil.
BIBLIOGRAFÍA
De la carta novena" de Gaspar Melchor de Jovellanos perteneciente a su Viaje por Asturias.
Cortesia alumnos del colegio publico valdes salas "homenaje a los vaqueiros"
|
|
|