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Ríos y lagos tienen diferente significación en lo que a la biodiversidad se refiere. Podría afirmarse que las lagunas constituyen islas biológicas y en cambio los ríos corredores. Especies características de zonas costeras de clima benigno pueden alcanzar áreas montañosas siguiendo el valle de los ríos e incluso en ocasiones rebasar el cordal para poblar las riberas de las cuencas vecina. Otras veces ocurre al revés y las semillas de abedul procedentes de la cuenca alta del Duero, por ejemplo, son arrastradas por el curso fluvial para germinar en las costas arenosas de Portugal. Por ello, los ecosistemas fluviales presentan una cierta uniformidad a lo largo del territorio.
En sistemas terrestres es frecuente que se produzcan variaciones notables de la cubierta vegetal en función de sutiles cambios litológicos, de orientación o de pendiente.
En los sistemas fluviales, sin embargo, los factores ecológicos se uniformizan y pueden resumirse en tres principales: alta disponibilidad hídrica, alta disponibilidad de nutrientes y condiciones microclimáticas más benignas.
La naturaleza mineralógica del roquedo tiene escasa importancia, pues al sistema fluvial llegan aportes de áreas lejanas y naturaleza diversa. Sin embargo, tienen gran importancia las características mecánicas. Cuando se trata de rocas fácilmente deleznables se abren anchos valles de riberas bien desarrolladas, ampliándose el área ribereña. Al contrario, la presencia de roquedos duros y compactos obliga a la formación de profundas hoces y cañones, limitando el desarrollo de las riberas, que llegan incluso a desaparecer
Fuente:Gobierno del Principado de Asturias
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